Cuenta la leyenda que durante la invasión musulmana de la Península, ejercito de moros puso sitio a la villa de Santo Domingo de Silos. Ante la desigualdad de las fuerzas encontradas, un vecino de la misma ideó una estrategia singular: simulando un incendio, y con él la destrucción de cuantos bienes hubiera en el pueblo, el enemigo daría por inútil cualquier intento de asedio. Y así fue. En la oscuridad de una fría noche castellana, ardiendo numerosas hogueras, resonaron gritos de alarma, retumbaron en todo el valle los ecos de cientos de cencerros en estampida y, por fin, el gran teatro del caos devastación dejó atónito al sitiador, quien optó por volver grupas y olvidarse de aquella villa arrasada por el fuego.

Hasta aquí la leyenda. Sin embargo, la complejidad de la fiesta y la variedad etnográfica de los elementos que la componen nos hacen pensar que estamos en presencia de un ritual conformado a través de la superposición de diversas tradiciones. Fuego, caos, hombres vestidos de animales, ruido, carreras de gallos, ecos lejanos de un pasado moruno, acoso de nobles y resistencia de un pueblo comandado por un enérgico abad, jerarquías palpables, presencia de la comunidad de los muertos, protagonistas vestidos con indumentarias militares decimonónicas y señas inequívocas de la francesada y las guerras carlistas, advocación franciscana  que combate la blasfemia, jefes que recuerdan una peculiarísima forma de organización político-administrativa de la Villa de Silos, son algunos de los fascinantes componentes que hacen de la fiesta de Los Jefes un mosaico irrepetible de tradiciones intercaladas y perfectamente compatibles, que la han hecho merecedora de ser declarada Fiesta de Interés Turístico Regional.

Pero hay algo más. Las tradiciones no son algo estático, carentes de dinamismo, fosilizadas. Muy al contrario. Evolucionan parejas al devenir de los pueblos que las conservan. Por ello, nuestra fiesta ha sufrido uno de los cambios más bellos de cuantos se podían esperar: la inversión del  motivo que le dio su origen. Si Los Jefes surgió para repeler a un enemigo y cobijar a un pueblo, hoy se nos muestra como el mejor vehículo para abrirnos al exterior y recibir a los amigos. El fuego que hoy encendemos es expresión del calor de la amistad que brindamos a todos los que nos visitan: Sed bienvenidos y disfrutad de la fiesta.